Resbaloso y cobarde
Me pregunto ¿qué es ser cobarde? ¿Quién puede proferir ese improperio al orgullo sin sentirse una rata temerosa?
Si para ti ser cobarde es hacer justicia, pues fíjate, lo grito a los cuatro vientos y lo ventilo a los siete mares: Soy un cobarde, el más cobarde entre los cobardes.
Si la cobardía es defender a mi gente, soy aún más cobarde. Si pretender luchar porque los acuerdos pactados entre caballeros se sellen con hidalguía, pues insisto en lo mismo, soy un cobarde.
¿Cuántas noches has soñado con destrozarme? ¿Cuántas veces tu cobardía te ha hecho suplicar a gritos desgarradores que me borre de la faz de la tierra, que no sea una amenaza para tu ínfima presencia, para tu éxito efímero, que te deje en paz, que te permita destacar en algo?... En tu cobijo te acurrucas de pavor cuando sabes que tus ruegos tienen sordos receptores y tus pánicos hacen eco en el infinito vacío de tus cavilaciones.
Me apuntas con el dedo por querer hallar la justicia. Tú, el mismo que avala el mudo adiós de tus hermanos inocentes. Tú, el mismo que huye despavorido después de una agresión miedosa. Tú, el mismo que ríe de lo irrisorio y calla de ignorante vergüenza ante lo trascendente.
Lo mío no es una moda fugaz, un destello en medio de la noche apacible. Lo mío es búsqueda incesante, transitar incansable, valeroso, cobarde en tus palabras. Pero qué son tus palabras, si tu inteligencia reposará eternamente en un recipiente de cuero, con 32 cascos que giran y giran, giran y giran, pero que no avanzan... Se quedan, se frenan, se estacionan. Los pateo, los olvido.
Difámame como se te ocurra, habla de mí hasta el hartazgo. Pero te apuesto lo que quieras que hubieses corrido a la Fifa a reclamar contra Bochardeau hace 11 años. Tu vida se mueve en torno a eso. La mía no. Yo exijo la justicia no por lo aparente, la imploro por su sustancia, por su dignidad.
¿Quién es ahora el cobarde? ¿El que se esconde en su trinchera o el que sale a dar batalla con la frente en alto, aunque sepa que la muerte puede ir en cada bala?
Da la cara. La astucia no se demuestra en las tretas miserables, la inteligencia no reluce en el engaño. ¿Qué ganas con todo esto? La verdad es que no me importa... Sigue tu camino, que yo progreso por el mío. Ni se te ocurra cruzarte, sino hasta que encuentres una lumbrera que te ayude a preveer lo que se te avecina. Y para eso, tendrías que nacer de nuevo.
Si para ti ser cobarde es hacer justicia, pues fíjate, lo grito a los cuatro vientos y lo ventilo a los siete mares: Soy un cobarde, el más cobarde entre los cobardes.
Si la cobardía es defender a mi gente, soy aún más cobarde. Si pretender luchar porque los acuerdos pactados entre caballeros se sellen con hidalguía, pues insisto en lo mismo, soy un cobarde.
¿Cuántas noches has soñado con destrozarme? ¿Cuántas veces tu cobardía te ha hecho suplicar a gritos desgarradores que me borre de la faz de la tierra, que no sea una amenaza para tu ínfima presencia, para tu éxito efímero, que te deje en paz, que te permita destacar en algo?... En tu cobijo te acurrucas de pavor cuando sabes que tus ruegos tienen sordos receptores y tus pánicos hacen eco en el infinito vacío de tus cavilaciones.
Me apuntas con el dedo por querer hallar la justicia. Tú, el mismo que avala el mudo adiós de tus hermanos inocentes. Tú, el mismo que huye despavorido después de una agresión miedosa. Tú, el mismo que ríe de lo irrisorio y calla de ignorante vergüenza ante lo trascendente.
Lo mío no es una moda fugaz, un destello en medio de la noche apacible. Lo mío es búsqueda incesante, transitar incansable, valeroso, cobarde en tus palabras. Pero qué son tus palabras, si tu inteligencia reposará eternamente en un recipiente de cuero, con 32 cascos que giran y giran, giran y giran, pero que no avanzan... Se quedan, se frenan, se estacionan. Los pateo, los olvido.
Difámame como se te ocurra, habla de mí hasta el hartazgo. Pero te apuesto lo que quieras que hubieses corrido a la Fifa a reclamar contra Bochardeau hace 11 años. Tu vida se mueve en torno a eso. La mía no. Yo exijo la justicia no por lo aparente, la imploro por su sustancia, por su dignidad.
¿Quién es ahora el cobarde? ¿El que se esconde en su trinchera o el que sale a dar batalla con la frente en alto, aunque sepa que la muerte puede ir en cada bala?
Da la cara. La astucia no se demuestra en las tretas miserables, la inteligencia no reluce en el engaño. ¿Qué ganas con todo esto? La verdad es que no me importa... Sigue tu camino, que yo progreso por el mío. Ni se te ocurra cruzarte, sino hasta que encuentres una lumbrera que te ayude a preveer lo que se te avecina. Y para eso, tendrías que nacer de nuevo.
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